Aunque en la última entrada dije que no desvelaría el destino del zorrito, algunos ya sabíais cuál era. Y es que desde el blog de la Asociación Guadamatilla hicieron una entrada relacionada de la recuperación, Hubiese sido la XXVIII, y donde se desvelaba el paradero del mismo.
Algunos también sabréis ya el final de la historia, ya que desde Guadamatilla se me han vuelto a adelantar y narraron el final de esta historia, Ya está suelto.
Pero aunque ya todo esté dicho, era inevitable dejarlo plasmado en mi blog.
El zorrito el día que fui a recogerlo. |
Esto no es una decisión que se toma a la ligera, ya que esto implica una responsabilidad enorme. Lo primero fue contactar con especialistas. Por suerte, mi paso por diferentes centros me han dejado muy buenas amistades con grandes profesionales, a los que acudí nada más decidir apostar por la recuperación del zorro.
La opinión de varios de ellos fue tajante. Con las fracturas que presentaba, las infecciones y demás problemas, me aconsejaban que lo eutanasiara, ya que no creían que pudiera volver a andar (ni por supuesto cazar) correctamente. Lo que sí me hicieron hincapié es que en caso de no hacerlo, necesitaría muchísima atención, especialmente los primeros días, donde debía superar las infecciones.
Aquí llega el momento más duro, el jugar a ser Dios. Le doy una oportunidad más o le ahorro todo el sufrimiento. Como dije en la entrada anterior, las lesiones que tenía eran de hacía mucho tiempo (se sabía por el desarrollo de los callos óseos de las fracturas), por lo que pensé que después de tanta lucha, lo peor lo había pasado. Si superaba bien las infecciones, y respondía bien al antibiótico los primeros días, la palabra eutanasia sería descartada.
La cogera era muy patente, aunque poco a poco iba a menos
A los pocos días, la cogerá apenas existía.
Y así fue. Fueron 21 días en los que al salir de trabajar, mi padre (el cual se implicó desde el primer momento con la recuperación del animal) y yo íbamos a suministrarle antibióticos vía oral, a limpiarle las heridas, controlarle la dermatitis y aportarle comida. La comida era variada, algo de carne, fruta, y un poco de pienso de crecimiento. Este pienso era rico en calcio, para ayudar a esos frágiles huesos.
Casi todo el proceso de recuperación estaba siendo registrado con una cámara de fototrampeo, que nos permitía tener unos "ojos" puestos en él mientras no estábamos con él.
Lo peor ya había pasado. Ahora tocaba seguir observándolo y esperar.
Instalamos una piscina para que pudiera bañarse los días de más calor. El aporte de comida ya se podía realizar sin que nos viera, y pasamos de ir todos los días, a ir cada dos. Ya que gran parte del trabajo estaba hecho, pero queríamos evitar a toda costa que se troquelara.
Como ya he dicho, el zorro estaba siendo más que agradecido con sus cuidados. Había alcanzado su peso, había consolidado sus fracturas, sus heridas estaban perfectas, por lo que ya estaba deseando marcharse. La tabla que tenía puesta en la puerta donde estaba alojado, y que impedía que se marchara, empezó a aparecer mordida y arañada.
Ya estaba llegando al final de su recuperación. Pero quedaba un último paso, cerciorarnos de que cazaba correctamente. Para ello, empezamos a suministrarle presa viva. Y aunque nunca pensé que pudiera cazar con tanta agilidad, al animal demostró ser un gran cazador. Ahora sí que estaba listo. Pronto sería devuelto al medio de donde nunca debió salir.
La recuperación estaba casi concluida. La agilidad que había adquirido era impresionante.
Queríamos que la liberación fuera algo especial. Por eso, a la gente que se preocupó de su recuperación, que sorprendentemente fue mucha (recordemos que es un zorro, esa alimaña eternamente perseguida, que sólo hace daño en el campo, etc, etc) los invitaríamos a su liberación. Aprovecharíamos la liberación para educar y concienciar a la gente.
Pero justo a una semana de la fecha que había pensado para soltarlo, y cuando me dirigía a aportarle su comida, todo sufrió un giro. Cuando me acercaba a la instalación donde se encontraba, observé que la tabla, que antes comenté, y que tapaba una rendija que dejaba la puerta e impedía que se marchara, estaba movida. Nada más verla sabía que ya no lo encontraría allí, que ya no estaba. Y así fue. Se había marchado.
Demostró ser más astuto de lo que creíamos. Se marchó sin que tuviéramos la oportunidad de despedirnos de él. Quizás quiso ahorrarnos el mal rato que a veces se pasa en una liberación. Las lágrimas de pena y alegría que se mezclan....
Sólo queda desearle lo mejor, que evite a esos escopeteros de gatillo fácil, a esos tramperos, laceros... Aún le queda mucho por recorrer. Pero de una cosa sí que estamos convencidos, es un gran luchador, por lo que estamos completamente convencidos de que le irá bien.
PD: no puedo olvidarme de todas las personas que ayudaron al zorrito. En primer lugar a mi padre, que aunque al principio no confiaba en su recuperación, pronto se volcó por completo con él. A esa gente de AMUS, que siempre están ahí para lo que he necesitado. A mi amigo Miguel Carrasco, un enamorado de su trabajo y de la fauna, y todo lo que lleve la palabra campo. A Antoñito, gran veterinario, pero mejor persona. A Peludos Los Pedroches, que desde el principio me prestaron toda su ayuda. Y a todas las personas que han preguntado y se han preocupado por el estado del zorro. Mil gracias a todos.
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