Como buen viaje, surgió de imprevisto, de lo que podríamos llamar de "ida de olla". Cierto es que nos rondaba la cabeza el hacerlo, pero finalmente fue una mañana cuando dijimos, "¿y si nos vamos mañana a Marruecos?". Y dicho y hecho. Una mochila, con la cámara y la ropa justa para no ir muy cargados, y madrugón dirección Tarifa.....en el Orion, regalo del abuelo.
El viaje comenzó mal, con susto.... el Orion no tira, se queda, no pasa de 100, consume medio depósito al poco de pasar Sevilla, paradas todo el tiempo.... se nos empieza a romper un poco la ilusión del viaje, creemos que en cualquier momento nos quedamos tirados.
Dirección Tarifa, aun con problemas, la buena compañía siempre te saca una sonrisa. |
Una vez en Tarifa nos surge la duda, ¿nos vamos con un viaje organizado, o nos vamos a la aventura?. Sin duda, ganó la idea que más nos atraía y que más barata era, a la aventura. A ver qué nos deparaba el continente africano.
Ya en el ferry, lo primero que pudimos comprobar, además del tremendo aire que hacía y del precioso pez luna que nos daban la bienvenida al comienzo de nuestra aventura, fue la cercanía de ambos continentes. Tan cerca pero al mismo tiempo tan lejos....
Después de unos 40 minutos de viaje, entramos en el puerto de Tánger. Desde el primer momento nos dimos cuenta de que todo iba a ser muy diferente a lo que estábamos acostumbrados en España.
Una vez pisamos tierra africana tocaba dirigirse a nuestro destino, Chaouen o Chefchaouen o Xaouen...... tiene miles de nombres el mismo sitio!!! Para conseguirlo tocó pelarse con los taxistas y con la cantidad de gente que te aconseja y quiere ayudarte a cambio de unos pocos dirhams.
Efectivamente, como ya nos avisaron, el regateo está presente todo el tiempo, y después de buen rato intentado aclimatarnos al agobio inicial de gente y de buscar el mejor precio, conseguimos tomar un taxi. Y camino de Chaouen.....
El camino no tuvo desperdicio.... no era lo que uno se espera de África, todo arena o desierto, sino zonas escarpadas, montañas enormes, zonas verdes preciosas. Además de mercados en las carreteras, gente con trajes típicos de pueblos de la montaña, sinagogas, y así un largo etc. que narrar.
Dos horas después, y a pesar de el rally particular que se estaba marcando el taxista, aún seguíamos vivos y comenzamos a vislumbrar nuestro destino, un pueblo a las faldas de unas montañas enormes, las montañas del Rif.
Cuando por fin nos bajamos del taxi nos miramos diciéndonos, hemos sobrevivido al viaje, a ver qué es lo siguiente que nos espera.
Lo primero que nos llamó la atención fueron los particulares vestidos de sus gentes.
También la cantidad de gatos que invadían las calles (nunca me ha gustado especialmente el carácter de los gatos, pero desde este viaje, mis ojos los ven otra forma).
El idioma tan incomprensible para nosotros. Aunque por suerte para nosotros, allí podemos decir que son políglotas o sino lo son, casi. Cualquier persona te habla en español, francés o inglés.
Pero lo que más nos llamó la atención es su color tan, tan azul...... El pueblo entero estaba vestido de azul. Parecía engalanado para una ocasión especial, para una celebración.
Esto tenía muy buena pinta, y prometía no defraudar. Pero lo primero, era buscar alojamiento, cosa nada difícil, porque allí todo el mundo está ofreciendo cosas todo el tiempo. Y nos cogimos el primer alojamiento que nos ofrecieron (desoyendo el consejo que nos dio el taxista y, efectivamente, fue un error, a pesar de lo bonito del mismo).
Ya instalados, nos dispusimos a dar un paseo por la zona, para perdernos por sus calles y entre sus gentes, y lo primero que nos encontramos fue con un magnífico mercado en mitad de una calle. Así que nos sentamos a tomar una coca cola entre las gentes del lugar y nos dedicamos a observar
Los días fueron pasando (demasiado rápido) y pudimos descubrir una ciudad muy bonita que contaba con todo para hacerte un viaje, sino perfecto, casi perfecto.
Montañas para caminar y tener una magnífica panorámica de la ciudad.
Un precioso río que atravesaba la ciudad, el cual podías oír desde gran distancia, debido a su tremendo y ruidoso caudal. Un río que surtía de vida a la ciudad, que te refrescaba del calor incesante de todo el día y que le daba ese toque mágico que da el agua en las ciudades.
Y como no podía ser de otra manera, el tremendo caudal de agua es aprovechado por las mujeres del lugar, las cuales bajaban cada día a lavar la ropa a los lavaderos.
Chaouen también cuenta con innumerables plazas dentro de su medina, con unas maravillosas vistas a las montañas del Rif.
Aunque para mí, una ciudad no es bien visitada sino es visitada de noche, cuando realmente lucen en todo su esplendor. Unas noches bonitas y llenas de encanto.
En fin, un viaje que recordaré siempre con mucho cariño, que ha hecho darme cuenta de muchas cosas y abrir los ojos. Estamos separados por apenas 16 km de agua, pero somos sociedades completamente diferentes. La manera de ganarse la vida, de vivir, de todo en general, la dan a uno muchas cosas que pensar.
Pero el viaje no hubiera sido ni la mitad de divertido sin mi compañera de viaje, Marta. Vaya pedazo de viaje que nos regalamos!!!!! Vaya pedazo de viaje que me regalaste compañera.
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